Vida Difícil - Un Duro Comienzo
¿Tiene una vida difícil? ¿La vida le parece injusta? Lea la historia de esta mujer sobre la difícil trayectoria de su vida y vea cómo ella encontró esperanza a pesar de duras circunstancias.
Cuando mis padres se casaron, ya arrastraban cargas -- mi padre provenía de Turquía, había estado casado antes, y ya tenía tres hijos. Mi madre también trajo a cuatro hijos de una relación anterior. En esta familia mezclada, llena de tensión, mi vida fue desde el principio una lucha por supervivencia. Mi madre temía que mi padre huyera a su país natal y me llevara con él. El miedo constante me hizo sentir muy sola, así que mi búsqueda de Dios comenzó cuando todavía era una niña pequeña. ¿Podía Dios salvarme de este caos?
Tenía sólo seis años cuando mi madre dejó a mi padre y se casó con un hombre que no me gustaba en lo absoluto. Él bebía mucho y tenía una actitud muy negativa, lo que ocasionaba constantes peleas en su matrimonio. De adolescente, recuerdo haber clamado a Dios y pedirle en oración: "Querido Padre, por favor ven y llévame. No soy feliz en este mundo. ¡Me arrepiento hasta de haber nacido!" La tensión en nuestro hogar se hizo tan insoportable que ya no quería vivir con mi familia. Clamé a Dios: "Por favor, déjame conocer a alguien para ya no estar tan sola."
Cuando me enamoré, a la edad de 16 años, sólo me tomó tres meses mudarme lejos de mi familia y vivir con mi novio. Trabajando duro, me las arreglé para comprar una casa cuando tenía diecinueve años. Tuve mi primer bebé a los veintiséis años y el segundo a los veintinueve.
Vida Difícil - Decisiones y Cambios Difíciles
Durante todo ese tiempo continué buscando a Dios. Tal vez Él era la respuesta para mi vida difícil. No tuve mucho apoyo en mi casa, ya que el padre de mis hijos era un incrédulo acérrimo. La soledad de mi juventud empezó a regresar lentamente. Traté de encontrar soluciones, pero mi corazón estaba inconsolable, aunque ahora tenía mi propia familia. Seguía orando y haciendo preguntas, pero no podía entender qué pasaba conmigo. ¿Dónde estaba Dios?
Un día tuve un sueño. Soñé que me había enamorado de otro hombre y tenía que elegir entre mi esposo y mis sentimientos por el otro hombre. No sabía que esta decisión se convertiría en realidad. Conocí a otro hombre y enfrenté una decisión difícil -- la misma elección que en mi sueño. Decidí seguir mis sentimientos por el otro hombre y esa decisión me hundió en un agujero negro.
Aunque me dolió herir al padre de mis hijos, y aunque esta fue una separación dura y dolorosa para todos los involucrados, ahora entrábamos a un tiempo de cambios positivos. Mi nuevo esposo se unió a mi búsqueda de Dios. Hicimos planes para comenzar nuestro propio negocio, compramos una casa, y soñábamos con tener juntos un bebé. Fue un buen tiempo en mi vida. Finalmente fui capaz de florecer y brillar de nuevo.
Vivimos juntos una vida feliz hasta que mi esposo comenzó a tener ataques epilépticos. Los doctores descubrieron que los ataques eran causados por un tumor en el cerebro. Nuestro sueño de una vida feliz comenzó a deshacerse. Tuvo dos operaciones y sufrió una hemorragia cerebral que le afectó el habla. Todo le había sido quitado -- su trabajo, su habilidad para manejar y para cantar. Dios, ¿por qué están pasando estas cosas?
Nuestra vida feliz fue reemplazada por el cuidado de mi esposo, que ahora recaía sobre mis hombros. Mi anhelo de Dios fue puesto a prueba severamente. No estaba enojada con Dios, pero simplemente no entendía. Esperaba que Dios tuviera un plan mejor para nosotros. Tratamos de sobrevivir en estas circunstancias y comenzamos a hablar más y más con Dios.
Dos años después me embaracé. Temía que se aproximaba el tiempo cuando no tendría un esposo, y de esta manera, parte de él se quedaría conmigo. Cuando estaba en la semana veinticuatro del embarazo, tuve otro sueño. Dentro de mí sentí la mano del bebé tratando de empujar, como si quisiera salir. Nació de mi abdomen -- un varón, demasiado pequeño y demasiado vulnerable. Quería regresarlo a mi vientre, pero por supuesto, eso era imposible. Entonces, una voz le dijo a mi corazón: "Lo que es nacido del vientre de la madre, no puede nacer de nuevo. A menos que sea a una nueva vida." Luego, vi una luz blanca. En esta luz vi al bebé que yacía en la cama, pero rodó fuera de la cama y su cabeza pegó contra el piso. Vi a un hombre, vestido de una luz blanca, que suavemente levantó la cabeza del bebé. Estaba aterrorizada y pregunté: "¿Está bien su cabeza?" La voz dijo: "Es 50/50." Yo no entendí lo que eso significaba.
Le conté a mi esposo sobre el sueño y le dije: "Vamos a tener un hijo." Manuel nació a las 35 semanas; tuvo una hemorragia cerebral y estaba muy azul. Ocho meses más tarde sabían lo que le pasaba: Síndrome de CHARGE. Debido a este síndrome, él nació con varios defectos, tales como coloboma (un defecto del ojo) y problemas digestivos. Tenía una sonda de alimentación PEG.
Tres meses más tarde, el tumor de mi esposo regresó y no tuve más remedio que dejar su cuidado en las manos de una casa de reposo, para poder cuidar de mis tres hijos. En este tiempo, Dios me envió a una señora muy cariñosa de una iglesia local, quien se aseguraba de que recibíamos la ayuda que necesitábamos. Esta iglesia nunca nos abandonó, y nosotros nunca los abandonamos. La oración era lo que necesitábamos para sostenernos durante estos tiempos de prueba.
Luego vino un momento de cambio... ¡una decisión que cambiaría nuestras vidas para siempre!
Mi esposo y yo decidimos aceptar el regalo de salvación de Jesús. Nos dimos cuenta de que éramos pecadores y que nunca podríamos ser lo suficientemente buenos para ganar nuestro camino a Dios. Aprendimos que Jesús murió por nosotros para abrir el camino para que nosotros viviésemos eternamente en el cielo. Le pedimos perdón a Jesús por los pecados de nuestro pasado y fuimos bautizados. Dios estaba con nosotros. Jesús nos había perdonado. Después de esa decisión, recibimos una bendición sobre nuestro matrimonio. Hasta mi madre y mi padre asistieron.
¡Decidir confiar en Jesús como nuestro Salvador no significaba que nuestra vida se volvió de pronto perfecta! Todavía teníamos luchas. El tumor de mi esposo había regresado una y otra vez. Él continúa viviendo en un hogar de cuidados. Me duele su sufrimiento y lo extraño tremendamente, especialmente en la crianza de nuestros hijos. A veces me frustra el tener que hacer todo sola. Extraño a mi esposo -- aquel con quien solía conversar cuando necesitaba que alguien me escuchara.
El sufrimiento de mis hijos también es una carga pesada para mí. He aprendido a darle mis preocupaciones y problemas a mi Salvador. Mis tres hijos continúan teniendo problemas de salud. Mi hijo de trece años vive en una residencia de vivienda asistida. Él no puede leer ni escribir muy bien y tiene serios problemas de comportamiento. Sufre del trastorno PPD-NOS. (trastorno invasivo de desarrollo) Mi hijo de diez años recibe tratamiento diario de ADHD (Síndrome de Atención Deficiente Hiperactivo). Así como cuando niña la vida para mí fue una lucha de supervivencia, así también lo es para mis hijos, debido a todos nuestros problemas.
Vida Difícil - La luz en la Oscuridad
Vivir una vida difícil puede ser consumidor a veces, ¡pero lo que realmente hace la diferencia es saber que Jesús está siempre allí para ayudarnos! En este momento, estoy sufriendo la pérdida de mi esposo. Su cuerpo todavía está aquí, pero mentalmente está soltando mi mano. Todo lo que tuvimos en esta tierra se está desvaneciendo en el recuerdo. A veces, me pongo a llorar a mitad del día porque lo extraño mucho. El consuelo viene cuando oro y llamo a Jesús, mi Salvador. Él me da esperanzas en mi sufrimiento. Él es mi Salvador, mi Libertador.
Mi caminar con Jesús es muy especial. Cuando abro mi Biblia me consuela, responde a mis preguntas, y me da ánimo. No tengo miedo. Siento el amor del Señor corriendo por mi corazón. Él me enseña a estar quieta, a escuchar, a aprender. Puedo hundirme profundamente, pero no me ahogaré. Ningún mal puede tocarme. El Salmo 23:4 dice: "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estrás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infundirán aliento."
Si usted está atravesando tiempos difíciles ahora, le animo a que adore a Dios primero, antes de enfrascarse en su vida cotidiana. Yo sé que el mundo espera y exige mucho de usted. La presión es intensa. Se le olvida orar. Recuerde que antes de poder manejar el auto, hay que ponerle gasolina. Sólo entonces puede usted seguir con su rutina diaria.
Usted trata de leer todos los anuncios del camino, pero a veces se topa con obstáculos en su camino, o no vio que se dirigía a una calle sin salida. Tales obstáculos pueden ponerlo nervioso o hasta enfermarlo. Pueden conducir a estrés, ira, o desesperación, y antes de que se dé cuenta estará conduciendo demasiado rápido y en la dirección equivocada.
En esos momentos de su vida, estacione su auto, descanse su cabeza sobre el volante por un minuto y diga: "Ya no puedo más, Jesús." El Señor Jesús ya conoce sus circunstancias. Él le ama y sabe cuál es la dirección correcta. Clame a Él. Pídale que le dé dirección. Clame a Él y Él le dará salvación y consuelo. Él quiere que usted confíe en Él.
Los obstáculos no desaparecerán, pero cuando usted ora y confía en el Señor, Él será su guía. Al escuchar Su voz obtendrá entendimiento. La recuperación siempre toma tiempo. Siga orando por entendimiento y sabiduría, siga leyendo su Biblia, y lentamente será capaz de ver mejor el camino y saber adónde se dirige. ¡No existe ninguna sombra en la vida que pueda detener Su luz!
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