Deseando Otro Bebé - La Trayectoria de Una Mujer
Yo nací con el deseo dado por Dios de ser madre. Mi niñez estuvo llena de juegos de cuidar de las variadas necesidades de mis "bebés" -- cambiarles los pañales, alimentarlos, cambiarles la ropa. Si había algo que tenía que ver con bebés, yo lo tenía. Mi familia entera sabía que yo había nacido para ser madre. Así que no fue sorpresa cuando me casé a los 18 años y tuve mi primer bebé, unos pocos meses antes de mi cumpleaños número 20.
Estaba encantada cuando supe que estaba embarazada, no tenía ninguna duda, ni razón para dudar que nueve meses más tarde sostendría a mi propio bebé de verdad. Disfruté cada minuto de mi embarazo y cuando mi primer hijo, Jean-Luc, nació, estaba "en el paraíso." Finalmente estaba haciendo lo que siempre había querido hacer.
Un año y medio más tarde, me enteré que estaba embarazada de nuevo y simplemente supe que era una niña. De nuevo, mi embarazo avanzó sin complicaciones. Mi segundo hijo, Connor, llegó sano y fuerte a este mundo. Yo todavía tenía el deseo de tener una hija, pero mi esposo quería terminar de tener hijos y disfrutar a nuestros dos hermosos hijos. Fue aquí cuando comenzó la lucha de mi corazón.
Yo deseaba desesperadamente honrar a mi esposo, pero mi corazón añoraba una hija. Por los siguientes dos años y medio oré para que Dios cambiara su corazón. Traté de convencerlo de que deberíamos tener uno más, pero no había nada que pudiera hacer para hacerlo cambiar de opinión. Estaba cansada de pensar en eso todos los días. "¿Podía contentarme con sólo dos? ¿Podía estar contenta sin llegar a conocer las alegrías de tener una hija? ¿Jugando con el cabello y las uñas, y compartiendo algún día mi amor por los niños con mi propia pequeña futura mamá? Comencé a consumirme con esos pensamientos y no estaba teniendo éxito confiando en el Señor. Estaba tratando de tomarlo en mis propias manos y estaba fracasando. Ahora, por favor no piense que yo no amaba ni miraba por mis preciosos hijos, pero tristemente, mi corazón no podía enfocarse en la alegría frente a mí, porque estaba enfocado en una alegría desconocida para mí.
Deseando Otro Bebé - Las Luchas
Entré en una severa depresión y realmente pensé en quitarme la vida. No podía entender por qué no podía disfrutar de los hermosos hijos que Dios me había dado. No había alegría en el ser madre y eso me hacía sentir triste por mis hijos y culpable de que no los estaba disfrutando. Estaba prestando atención a todos los pensamientos equivocados, me sentía sin esperanza, e insuficiente.
Un día tuve una señal de alarma. Me di cuenta de que no estaba confiando en que Dios era soberano sobre mi familia. Estaba creyendo las mentiras de que no era una madre suficientemente buena para mis hijos y de que no sería verdaderamente feliz sin una hija. Me di cuenta de lo egoísta que había sido por querer tanto a una hija, que estaba perdiéndome las alegrías que Dios había puesto en mis manos. Pero más importante aún, me di cuenta de que no podía estar contenta sin entregárselo todo al verdadero y único Dios viviente. Me sentí como un pedazo de arcilla que había sido aplastado, y quería que el Maestro Alfarero me re-moldeara en lo que Él quería que fuera.
Comencé a orar para que Él quitara ese deseo de mi corazón o lo pusiera en el de mi esposo. Finalmente tuve paz, descanso y un verdadero contentamiento que sólo viene del Salvador. Nada había cambiado exteriormente, pero interiormente era capaz de dejar mi carga a los pies de la cruz y ser verdaderamente feliz con cualquiera que fuera el plan de Dios para mí -- aún si significaba no tener una hija. La paz y la alegría que vinieron fueron asombrosas.
Deseando Otro Bebé - La Respuesta
Entonces Dios respondió a mi oración. No era que yo no quería otro hijo, sino que estaba contenta finalmente si Él no me daba más hijos. Él también cambió el corazón de mi esposo y de pronto ¡quería tener tantos niños como Dios nos quisiese dar! Qué milagro. Lo que parecía imposible para mí por dos años y medio, Dios lo hizo en sólo días.
Unos cuantos meses después mi esposo fue despertado a medianoche, y sintió que Dios claramente le dijo que llamara a su próximo hijo Abdías. Al día siguiente me hizo sentar, me lo dijo, y se me cayó el corazón. Abdías no es un nombre de niña. No estaba ni siquiera embarazada todavía y mis esperanzas de una niña se hacían añicos. Tuve una pequeña pataleta con Dios ese día, luego me di cuenta de nuevo de que Sus planes son los mejores, y decidí que me regocijaría por otro hijo sin importar el sexo.
Dos meses más tarde, nos regocijamos por el examen positivo de embarazo. Finalmente íbamos a tener otro bebé. Todos estábamos muy felices. Mi esposo y yo comenzamos a hacer planes para el nacimiento y parecía como si nuestros pensamientos estuvieran constantemente alrededor del nuevo bebé. Nunca habíamos tenido complicaciones anteriormente, así que no teníamos razones para no decirles las buenas nuevas a todos nuestros conocidos. Desafortunadamente, nuestra alegría duró poco cuando a las seis semanas y media comencé a sangrar. Era una pequeña cantidad todos los días, pero por los próximos 10 días esperaba por el chorro de sangre que terminaría mi embarazo. Nunca pasó de esa manera.
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